La industria regiomontana comienza con lo básico en cualquier sociedad, la industria textil y la minera. Paralelas a la industria textil, la minero-metalúrgicas y de construcción, surgen la del vidrio y de la cerveza. Estas industrias impulsan a pequeñas empresas fabriles debido a las limitaciones del ferrocarril. Las leyes para promover la industrialización se forman en 1888. Serían las grandes empresas las que impulsarían a muchas de las pequeñas a establecerse para que puedan surtirlas de los insumos que requieren. Los insumos si bien en un principio eran importados, con las pequeñas empresas fabriles se crean los productos necesarios que antes se tenían que importar, surgiendo así un nuevo sector que si bien no resalta, en las sombras mueven el crecimiento de las grandes ahorrándose estas últimas sustanciales costos de producción.
El primer impulso de la industrialización regiomontana, se vio frustrado con la llegada de la Revolución.
A los primeros fundadores de la Cervecería no se les discute nada. Para lograr su cometido, tuvieron que contratar personal extranjero y que el mismo Schnaider ideara la fábrica. Con el tiempo Isaac Garza entendería el mensaje por lo cual mando a sus hijos a prepararse en una de las mejores universidades, el MIT.
Al paso del tiempo y debido al crecimiento de la industria y de aquellas empresas propias que proveían los insumos para la principal Cervecería Cuauhtémoc, se dieron cuenta de que debían tener educación propia. Ya Don Isaac Garza lo visualizo al crear el Politécnico Cuauhtémoc, pero el crecimiento vertiginoso hizo que hasta el mismo Estado invirtiera en la materia.
Es así como en 1933 surge la Universidad de Nuevo León. La Universidad dependía del Estado quedando bajo su influencia. A la llegada del presidente Cárdenas en 1934, implementa la ideología socialista provocando conflictos entre quienes la aceptaban, y quienes se oponían. Las protestas en la Universidad de Nuevo León se acrecentaron tanto, que el Gobierno termino por clausurarla a finales del 34.
A mediados de los 30`s el auge industrial de Monterrey demanda gente preparada, por lo que la IP debate la posibilidad de una universidad que fuera autónoma y de calidad. Esta seria encabezada por los banqueros Antonio L. Rodríguez y por Juan S. Farías.
La iniciativa de inversión se encuentra, la innovación también, ¿pero quién podría ejecutarla? Como banqueros, en la inversión de los empresarios está la clave para que su negocio bancario prospere debido a los préstamos. El crecimiento no era tan sustancial debido a la falta de capital humano preparado partiendo de que, no todo mundo tiene dinero para estudiar en el extranjero.
Juan S. Farías es hijo de Juan Francisco Farías Hernández y de Virginia García Muguerza. Virginia es hija de Ramón García Chavarri y de María Guadalupe Muguerza Crespo, hermana de José A. Muguerza Crespo. Ramón García Chavarri fue Secretario de Gobierno de Nuevo León por 20 años durante el mandato de Bernardo Reyes y de Pedro Benítez Leal.
Juan S. Farías se encargó de buscar modelos educativos al solicitar información en la Universidad de Yale, Harvard y UCLA. Antonio L. Rodríguez por su parte, buscaba a un experto que encabezara el proyecto entrevistándose para tal efecto con diversas personalidades de la época, dentro de los que se encontraban Pedro de Alba, José Vasconcelos, Antonio Caso y Manuel Gómez Morín.
Fue a mediados de 1936, justo en medio del conflicto entre Cárdenas y el Grupo Monterrey en relación al asunto de la huelga de Vidriera, que Antonio L. Rodríguez le mando una carta a Manuel Gómez Morín mencionándole del proyecto, en el cual ya estaba integrado una comisión organizadora integrada por Virgilio Garza Jr., Bernardo Elosúa, José G. Martínez y el mismo Rodríguez.
La comisión organizadora fue nombrada por la directiva de Sembradores de Amistad. Para agosto de ese mismo año, la comisión organizadora llego a la conclusión que los más óptimo era crear círculos de estudio debido al problema económico que representaba crear de golpe la universidad. De esta manera en el futuro, poco a poco se conciliarían los diversos círculos y a la par haría menos ruido para con la federación la cual existía el riesgo de querer intervenir.
La comisión determino que comenzarían por el lado cultural. En un documento lo ejemplifican:
“En cuanto al propósito cultural se cifra en crear oportunidades de preparación técnica y en hacer labor de educación o difusión cultural, ni los grados universitarios son indispensables, ni vale la pena gastar en el esfuerzo en preparar profesionales liberales de las ramas conocidas, y es preferible extender simples diplomas que acrediten los estudios o conocimientos, o títulos para profesiones nuevas en alguna de las muchas ramas que nunca han sido atendidas en México y que requieren atención urgente”.
Morín había accedió a apoyar la iniciativa original. Rodríguez siguió promoviendo la idea, en especial con los miembros del recién creado Club Sembradores de Amistad. El organismo se hizo cargo de hacer la planificación. La IP financiaría el proyecto que era considerado como una inversión debido a que elevaría el bienestar social, aumentaría el nivel educativo de la población y crearía mano de obra calificada para la industria, además de la investigación que buscara nuevas formas de producción.
Morín asesoraba en el modelo educativo y proponía implementar métodos pedagógicos modernos, considerando que en lugar de crear directamente una universidad, se conformara una asociación civil sin fines de lucro. La organización se constituiría por socios propietarios quienes tendrían voz y voto en todos sus asuntos. Gómez Morín envió la propuesta de acta constitutiva de la que sería nombrada, Sociedad Científica de Estudios e Investigaciones (SCEI), a su vez, mencionaba que el sistema educativo se conformaría por un Instituto Politécnico, Circulo de Estudios Sociales, Instituto de Higiene y Centro de Estudios Superiores. Se inauguraría el 12 de octubre de 1936, pero se mantenía el hermetismo de cómo lo consideraría el Gobierno Cardenista con el que tenían una disputa muy marcada por aquel asunto del control de los sindicatos. El nombre aún no se definía pero estaba entre Centro de Cultura, o Sociedad Científica de Estudios e Investigaciones. La fecha no se dio, al parecer el gobierno federal intervino deteniéndose el proyecto.
Para 1939 a finales del Gobierno Cardenista, la tensión comenzaría a disminuir por lo que se pensaba crear una universidad autónoma, o reabrir la Universidad de Nuevo León. Es en 1939 cuando se retoma el proyecto, debido principalmente al bajo perfil de Lázaro Cárdenas tras la expropiación petrolera y debido a la cancelación del espíritu radical de la Secretaria de Educación.
Esta nueva etapa está encabezada por Salvador Laborde y Bernardo Elosúa quienes eran asesorados por Antonio Caso.
A la llegada a la Presidencia de Manuel Ávila Camacho se comenzó a hacer la apertura del Estado para con la educación. Para el 41 surgen tres proyectos, el primero era la reapertura de la Universidad de Nuevo León (que había sido disuelta el 28 de septiembre del 34) con el apoyo del Gobierno estatal y la IP; la segunda, era una universidad autónoma pero que tuviera presupuesto gubernamental y de la IP; y el tercero, una universidad autónoma tecnológica auspiciada por empresarios regiomontanos.
En las tres propuestas el empresariado metería mano, lo cual el Estado no veía con buenos ojos, además de que no estaban de acuerdo de que fuera autónoma, por lo que se tomó la opción de reabrir la Universidad de Nuevo León auspiciada por la administración estatal.
Quienes postulaban la idea de la universidad autónoma, comprobaron que tendrían que realizar el proyecto por su cuenta y riesgo, puliendo los detalles para planteárselo a los líderes empresariales.
El 10 de diciembre de 1941, una comisión integrada por Virgilio Garza Jr. y Raúl Valdés Villarreal, se dirigió a la ciudad de México para entrevistarse con el Secretario de Educación Octavio Vejar Vázquez, en miras de que el nuevo sexenio podría tener otra mentalidad y ligereza al proyecto contrario a Cárdenas que un año atrás, había dejado la Presidencia de la Republica.
Aquella propuesta dejada al Secretario de Educación había sido discutida con Manuel Gómez Morín apenas unos días atrás.
Fue así, que Antonio L. Rodríguez fue en búsqueda de Don Eugenio Garza Sada dos días después de que Virgilio Garza Jr. visitará al Secretario de Educación. Don Eugenio se interesó de inmediato pero le planteo varias críticas a Rodríguez, sobre todo organizacionales. Primero se sabía la intención, pero no se sabía cómo transformar la idea. Sugirió que en vez de 3 consejos, el Administrativo, el Financiero y la Rectoría, dependiera de un solo Consejo de Administración. Para esto se entrevistó con su amigo y compadre Manuel Gómez Morín, quien sabía a fondo lo planteado en aquel documento entregado al Secretario de Educación.
Tras los detalles encontrados por Don Eugenio, Gómez Morín volvió al escritorio para reestructurar las ideas tanto de Antonio L. Rodríguez, Bernardo Elosúa, Virgilio Garza Jr., así como los hermanos Roberto y Eugenio Garza Sada quienes se habían unido al proyecto.
La idea de Eugenio Garza Sada de orientar la institución a la ciencia y la tecnología se impuso. Morín ideaba la creación de una preparatoria y un instituto tecnológico donde se impartirían estudios relacionados a las ciencias físicas, matemáticas y biológicas, incluyendo carreras cortas y completas, además de posgrados y cursos de extensión de trabajadores.
Nos encontramos en abril de 1942. Han pasado 4 meses desde que aquella comisión visito al Secretario de Educación. El día 22 Octavio Vejar Vázquez se entrevistó en la ciudad de Monterrey con autoridades, hombres de negocios e industriales para hablar del proyecto, pero solo quedo en eso, no resolvió nada.
Roberto Guajardo Suarez, era un joven abogado que prestaba sus servicios a una familia regiomontana desde la ciudad de México. Don Eugenio lo contacto para que con sus conexiones diera con alguien que estuviese preparado para liderar la institución que estaban por crear.
En mayo del 43 Don Eugenio viaja a la Cd. de México para entrevistarse con León Avalos Vez, un tipo al que le recomendaron para que fuese el Rector del Instituto que pensaban abrir para septiembre de ese mismo año. León Avalos, fungía como director de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME). Avalos acepto organizar la parte académica y escribió las bases para las ingenierías que debían ofrecerse, como son: Química, Mecánica, Electricidad y Administración. Los modelos de estudio que utilizó eran basados en el MIT y la ESIME.
Eugenio Garza Sada por su parte establecía la política del Instituto, que tendría alta calidad, organización eficiente, planes de estudio de vanguardia internacional, profesorado de tiempo completo bien remunerado, becas y principios morales rígidos.
Las ideas del empresariado aunadas a la asesoría de Gómez Morín, dieron forma al que llamaron Instituto Tecnológico de Monterrey, totalmente influenciado hasta por su nombre con el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Virgilio Garza Jr. insistía en que la formación del estudiantado fuese integral, que incluyese asignaturas humanistas y que abriera la posibilidad de incluir carreras liberales. Fue así, que el Tecnológico de Monterrey cambiaría su nombre a Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM).
El consejo fundador fue integrado por los siguientes empresarios, inversionistas e ideólogos, los cuales pasarían a la historia como los reformadores de impartir educación tecnológica superior en los niveles más altos en referencia mundial.
Eugenio Garza Sada.
Roberto Garza Sada.
Bernardo Elosúa.
Antonio L. Rodríguez.
Juan S. Farías.
Virgilio Garza Jr.
Roberto Guajardo Suárez.
Rómulo Garza.
Alejandro Guajardo.
Jesús J. Llaguno.
Joel Rocha.
Andrés G. Sada.
Hernán Sada Gómez.
Roberto G. Sada.
Ignacio A. Santos.
Diego G. Sada.
Jorge G. Rivero.
Agustín Basave.
Miguel Vera.
José G. Martínez.
Ricardo Quirós.
Andrés Chapa.
José Benítez.
Rodolfo Barragán.
El empresariado regiomontano comenzó a cobrar factura en sus inversiones. La mano de obra calificada con los mayores estándares internacionales, forjarían la industria moderna de Monterrey.
Fue el 6 de septiembre de 1943, que en Abasolo 858 oriente en un edificio rentado, el ITESM inicio funciones. Pasaron 7 años desde la idea original de Antonio L. Rodríguez y Juan S. Farías, quienes movieron a todo el Grupo Monterrey en pleno conflicto con Lázaro Cárdenas incluso conspiracional.
El Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey cambio radicalmente la industria regiomontana, que a partir de los 40s, llegaría con otro gran empuje propiciado una vez más por la falta de insumos, esta vez provocados por la Segunda Guerra Mundial.
A sus años, Don Eugenio utilizo el Instituto para un sinfín de proyectos del Grupo Monterrey. Llego a pensar que el trabajo de una secretaria era inútil, por lo cual le encargo al instituto crear una maquina o dispositivo, que pudiese leer el habla para que así mismo, escribiera lo que se le dictara.
Eugenio Garza Sada siempre creativo le gustaba idear. Aquella maquina la tenía pensada desde 1937. Para 1953 la registro en la Oficina de Patentes de la secretaria de Economía, llamándola “Voice-o-Graph”.
El hambre de sabiduría a Eugenio se le había pegado gracias a su padre. Don Isaac Garza en 1905 registro un invento que hacía referencia a un procedimiento fotográfico para hacer desaparecer y reaparecer una imagen fotográfica.
De carácter sencillo, austero y algo bromista, Don Eugenio mantenía un bajo perfil en México, pero en el extranjero asistía a conferencias donde soltaba sus amplios conocimientos y experiencias.
En una ocasión en la ciudad de México fue llamado para recibir un reconocimiento. Se quedó en la puerta del recinto mostrando cierta timidez. Al ser reconocido y después de esperar largo tiempo, le preguntaron por qué no entraba, cuando lo hizo en compañía de aquel tipo, (al parecer Virgilio Garza) toda la concurrencia que lo esperaba se levantó de pie aplaudiéndolo.
En la ciudad de Houston en una reunión con miembros del Sembradores de Amistad, un joven le pregunto a que se dedicaba. Su respuesta fue simple: “Yo, vendo cerveza”.
Todo lo tenía invertido y casi nunca cargaba con dinero. En ocasiones iba a comer al comedor del Padre Infante donde constantemente aportaba a la causa de los más necesitados.
Para Don Eugenio los domingos eran totalmente familiares. Las reuniones en casa cuando no se daban las cosas se iba con la familia a comer a algún restaurante. En una ocasión, olvido su cartera y no tenía para pagar por lo que se apeno. Un tanto nervioso, le menciono la situación no recuerdo si a David o a Alejandro Garza Lagüera. Su hijo lo tranquilizo mencionándole que no se preocupara, que todo el mundo los conocía y que además, él tenía dinero para pagar.
Recién llegado del MIT a Monterrey, mientras viajaba en aquel tren, el joven Eugenio no sabía en qué puesto lo pondría su padre Don Isaac Garza. Eugenio no tenía idea de que su padre estaba bien organizado, quedando la expansión de la empresa en manos de las ventas. Fue como agente de ventas y a sugerencia del ya experimentado Eugenio en la materia, que poco a poco Cervecería Cuauhtémoc fue expandiéndose adquiriendo Tecate, Cervecería Central y otras alianzas que se expandieron al resto la Republica; incluso, pensaron comprar la Cervecería Modelo, pero de eso hablaremos en la próxima entrega.