Capítulo 6. Antonio L. Rodríguez. Primera parte. El origen.


Esos largos andares por los caminos reales circundados por el inmenso desierto, tranquilizo a John al ser escoltado por las tropas del General Escobedo a Monterrey.

Aquel largo viaje de regreso a San Luis México, de Santander, en el atlántico Isaac Garza visualizaba su vida, pero nunca imagino que estaría íntimamente ligado con el crecimiento de su país.

De regreso del MIT rumbo a Monterrey, el joven Eugenio nunca imagino que su padre lo pondría en el departamento de estadísticas. Aquello fue una escuela que lo guio perfectamente a las ventas y estas, a la expansión de Cervecería Cuauhtémoc.

Regresando de los Estados Unidos para cubrir la deuda de su hermano, Bernardo Elosúa se unió a ese club de aventureros formando casi de la nada LAMOSA y BEREL.

No podría faltar un aventurero que rehuía de la profesión de su padre. La minería no era para él y el primer año de estudios en la ciudad de México lo desaprovecho. Su vergüenza evitaba pisar tierras regiomontanas. Si bien se interesó por leyes, su padre enérgico evito perder más tiempo y dinero en su hijo. Fue cuando le propusieron invitar a su hijo a ser parte de una compañía recién fundada en Nueva York, cuando le cambio el rostro a su padre.

Así, aquel joven comenzó su viaje. Su compañía nunca llego, cancelando su travesía por mar aventurándose por tierra por la misma vía que utilizo el joven Eugenio para estudiar en el MIT. Llegar a Nueva York era una impresión más, como cuando llego de Lampazos mirando la magnitud de las chimeneas de Cervecería Cuauhtémoc.

Aquellas aventuras lo llevaron de nuevo a México, después a Inglaterra. Paso de comprador, vendedor, restaurantero, a vice cónsul en Londres. Sin estudios y con apenas 29 años, Roberto G. Sada y un grupo de empresarios entre los que se encontraba el descendiente de John, Benjamín Salinas Westrup, descubrieron a aquel joven que en principio no le agrado su “falta” de experiencia a Luis G. Sada, pero con el tiempo, se convertiría en una de las mentes más brillantes cercanas al Grupo Monterrey.

Pocos son los hombres que tras las sombras en la mayoría de los casos, y el olvido en otros, forjaron los cimientos de las relaciones inter empresariales que conllevaron al desarrollo ecuánime de nuestra ciudad.

No es ninguna sorpresa que la avenida Manuel L. Barragán este al lado de la Universidad, ni que la avenida Eugenio Garza Sada se encuentre al lado del ITESM. Tampoco nos debe de extrañar, que la avenida Gómez Morín se encuentre al lado del corporativo Alfa.

¿Qué hace Antonio L. Rodríguez al lado del rio Santa Catarina?

Los más exitosos empresarios seguían sus consejos. Aun con todo lo realizado, agonizando por su mortal enfermedad y un tanto resentido con su situación de salud, declaro.

“Me falta hacer muchas cosas por México”.

Esta, es su historia.

Los orígenes de Don Antonio L. Rodríguez se remontan a los primeros días de la aventura moderna regiomontana.

La aventura comienza en 1797 en San Luis de la Paz Guanajuato. Es en aquellas tierras donde nace Ignacio Rodríguez González.

Agustín de Iturbide reconoció en 1822 que Ignacio había sipo parte de los oficiales que habían hecho posible el inicio de la Independencia. Por tal motivo lo elevo de portaguión de Dragones a Teniente. Para 1827 Guadalupe Victoria lo ascendió de alférez graduado de teniente del Regimiento 5 de Caballería Permanente, a primer alférez de la Compañía Presidial de Agua Verde (hoy Zaragoza Coahuila). Es así como llego a establecerse el linaje Rodríguez de Don Antonio en el noreste mexicano. Vicente Guerrero ascendió a Ignacio como primer teniente de la Primera Compañía de Caballería de Tamaulipas.

En lo que hoy se conoce como Laredo Tamaulipas, en San Agustín de Laredo, pidió permiso a sus superiores para casarse con María Josefa Prada Valdés, quien era hija del primer teniente de la Primera Compañía Permanente de Tamaulipas. Aquel matrimonio se dio el 4 de febrero de 1830. Ignacio contaba con 33 años y la joven Josefa, 14.

Cuando Ignacio se encontraba en San Antonio de Béjar, hoy San Antonio Texas, Santa Anna lo ascendió a capitán.

La pareja ya habían tenido su primer hijo en San Antonio al que llamaron José Ignacio. El 8 de agosto de 1836, nació José Antonio Leónides Rodríguez Prada.

La historia heroica llamo a Ignacio a ser parte de la misma. El 2 de octubre de 1935 los tejanos se enfrentaron a tropas mexicanas en González Texas. Aquello fue el inicio de las hostilidades que llevo a la Independencia de Texas de México.

Las tropas estaban al mando de Martin Perfecto de Cos, mismo que traslado a sus hombres a San Antonio de Béjar, sumando un total de 650 hombres, donde se encontraba Joaquín.

Para esto, el 11 de noviembre los “rebeldes” tejanos nombraron a Stephen F. Austin como su comandante, mismo que ordeno el avance a San Antonio. Joaquín participo en la defensa de San Antonio de Béjar, lucha que perdieron por lo que se retiraron a México. La historia siguió su cauce y después vino la Batalla del Álamo.

En 1840 Ignacio fue nombrado teniente coronel por el Presidente Anastasio Bustamante gracias a su labor en la campaña de Texas.

Es el 31 de enero de 1844 cuando Ignacio Rodríguez se retira del ejército. A la postre, fue administrador de la Hacienda del Carrizal, en Candela Coahuila.

Ignacio se trasladó a Monterrey radicando ya en la capital para 1852. Murió el 29 de junio de 1853 a sus 56 años.

El hijo de Ignacio, José Antonio Leónides, a sus 26 años fue nombrado por Santiago Vidaurri segundo ayudante teniente de caballería de Nuevo León y Coahuila en el Ejercito del Norte. Aquello sucedía en 1862.

José Antonio Leónides Rodríguez Prada se casó con Refugio García Garza teniendo 7, cinco féminas y dos varones; Ignacio y Antonio Leónides Rodríguez García.

Antonio L. Rodríguez Prada trabajo para Casa Rivero y fue tesorero de la Junta de Mejoras Materiales de Monterrey en 1866, la cual se encargó de construir el Puente Juárez que se encontraba en los ojos de agua de Santa Lucia, por la calle Zaragoza.

Antonio falleció el 5 de enero de 1891. Fue reconocido por sus cualidades que lo hicieron merecedor de todas las clases sociales. En la Voz de Nuevo León en su gaceta menciono que ocupo varios empleos de contabilidad, tanto del municipio como del Estado y de varios negocios particulares.

Su hijo, Antonio Leónides Rodríguez García se casó con Refugio Quirós, donde surge el hombre en que nos enfocaremos, Don Antonio L. Rodríguez Quiroz.

A las 3:15 de la madrugada del 20 de abril de 1899, vino al mundo el pequeño Antonio. Su sangre ya estaba infectada de aventuras, batallas bélicas, muchos caminos reales, muchos pueblos y ciudades. También contaba con experiencia laboral en su sangre, propia y gubernamental.

Aquel pequeño aun no lo sabía, pero nacería con un instinto sin igual lo cual lo llevaría por un sinfín de caminos al grado se ser acaparado por los grandes capitanes de la industria regiomontana.

Antonio L. Rodríguez, comenzaba asi su gran aventura por la vida regia.

 

CEO Crónicas. Vida y obra de los grandes capitanes de la industria regiomontana. Antonio L. Rodríguez. S02.E01.P01.