Capítulo 6. Antonio L. Rodríguez. Cuarta parte. Creatividad.


En febrero de 1930 Antonio L. Rodríguez fue contratado como gerente de la Cámara de Comercio de Monterrey. Así lo manifestaba ante los asistentes de la junta Roberto G. Sada. Para esto ya trabajaba en puesto similar en el Centro Regional de la Confederación Patronal y en la Asociación Automovilística México-Americana.

El 25 de mayo de 1933 la Cámara de Comercio sesiono y tomo la palabra Antonio Albo, quien había sido presidente de la misma el año anterior. El Sr. Albo mencionaba que desde meses atrás se estaba gestando los planes para crear una institución financiera única en el país, la cual llevaría por nombre Sociedad General de Crédito.

Para el día 9 de ese mismo mes, ya se había firmado el acta constitutiva de dicha sociedad, conformándose de la siguiente manera:

- Emilio Leonarz.
- Matías Elizondo.
- Francisco G. Sada.
- Roberto Garza Sada.
- Roberto G. Sada.
- José L. Garza.
- Prisciliano Elizondo.
- Roberto Riveroll.
- Rodolfo J. García.
- Rodolfo M. Garza.
- José Zambrano Gutiérrez.
- Lorenzo H. Zambrano.
- Vicente Ferrara.
- Manuel Santos.
- Ignacio A. Santos.
- José E. Rivero.
- Manuel M. Ortiz.
- Víctor de Lachica.
- Jesús J. Llaguno.
- Ignacio Albo.

En dicha junta el Sr. Albo menciono que Antonio L. Rodríguez fungiría como gerente de la misma, compensando su salario entre la Sociedad y la Cámara de Comercio, así como lo que después se le conocería como COPARMEX estatal.

Don Antonio L. Rodríguez había sido nombrado el primer gerente de Crédito Industrial de Monterrey. Crédito Industrial Monterrey - Sociedad General de Crédito, fueron impulsoras a que se crearan después en 1936 Compañía General de Aceptaciones y Financiera del Norte; posteriormente se crearía Financiera de Crédito en 1939.

Si bien era demasiada carga de trabajo, los empresarios sabían de las cualidades no propias de cualquiera que tenía Antonio L. Rodríguez, apostándole con su voto de confianza que llevaría a bien las diferentes organizaciones empresariales. Entre la gente que aprobó dicha medida en aquella reunión se encontraban las siguientes personas:

- Manuel Santos.
- Alejandro Guajardo.
- Antonio Dieck.
- Benjamín Salinas Westrup.
- Raúl Cueva.
- José López Zambrano.
- Eduardo M. Villarreal.
- Edmundo A. Villarreal.
- Jorge G. Rivero.
- Rodrigo Gómez.
- Bernardo Elosúa.

Los intereses sociales de Antonio L. Rodríguez abarcaban todos los rubros. Se acercó al Consejo de la Universidad de Nuevo León para proponerles la organización de la Facultad de Comercio y Administración. Para esto el Consejo le pidió a la Cámara de Comercio que hiciera lo correspondiente a la investigación de las bases en dicha materia que ya existían en otras universidades.

A sus 33 años Antonio L. Rodríguez ya contaba con el peso de Sociedad General de Crédito, la Cámara de Comercio de Monterrey, la Asociación Automovilística México-Americana así como la COPARMEX. Roberto G. Sada no se había equivocado al recomendarlo con Luis G. Sada. El Grupo Monterrey estaba más que satisfecho con su labor.

En 1934 Crédito Industrial de Monterrey abrió una sucursal en Matamoros donde Antonio viajaba regularmente para supervisar los movimientos de dicha sucursal. En esa región fue invitado a participar en una algodonera por los agricultores de la zona invirtiendo algo de su capital en dicho negocio.

El rancho que adquirió se llamó San Fernando, juntando como socios a Ernesto González Cárdenas de Torreón así como a Enrique Domene de Monterrey.

Si bien las labores del rancho no eran muy propias de aquel hombre que se estaba convirtiendo en asesor financiero de los grandes capitanes de la industria de la época, sirvió la experiencia para darse cuenta la manera en la que operaban los algodoneros de Matamoros. Esto sucedía en 1944.

Reuniendo a los agricultores los convenció para que creasen la Unión de Crédito Agrícola de Matamoros.

Para el 23 de mayo de 1935 debido a las prisas, Antonio L. Rodríguez presento su renuncia a la Cámara de Comercio aludiendo que contaba con muchas obligaciones en la Sociedad de Crédito y en la COPARMEX, disculpándose en hacerlo verbalmente y comprometiéndose a entregar la renuncia posteriormente por escrito.

Bernardo Elosúa, Manuel Santos, Rómulo Garza y Roberto Garza Sada trataron de convencerlo de no dejar la Cámara. Semanas después Bernardo informaba que no había podido convencer a Antonio, pero que llegaron un acuerdo de crear un puesto nuevo para Rodríguez al cual llamarían Vicepresidente Ejecutivo, con tal de que supervisara lo establecido en la Cámara.

Quien lo sustituyo en el puesto de secretario-gerente sería un personaje que junto a Antonio L. Rodríguez, seria vital para la creación del Instituto Tecnológico y de Estudios superiores de Monterrey; su nombre, Juan S. Farías.

El 24 de febrero de 1936 Antonio L. Rodríguez es nombrado Presidente de la COPARMEX en sustitución de Miguel Arredondo el cual había renunciado el día 17. Aquella decisión empresarial se repetiría constantemente al ser reelegido hasta 1947. Antonio solo iba a sustituir al Sr. Miguel Arredondo mientras concluía su periodo. Una vez más los patrones quedaban satisfechos con sus labores.

En la época en que toma las riendas de la COPARMEX, la Confederación toma un rumbo incierto tras los eventos de febrero en Vidriera Monterrey.

Ya se había realizado la protesta de más de 60 mil personas el 5 de febrero. Ese ciclo se cerraría el 29 de julio de 1936 cuando la CTM “trato de asaltar” el edificio de Acción Cívica Nacionalista.

Los eventos de febrero llevaron por consecuencia la creación de la CTM por un lado. Por el otro a finales de marzo se constituyó la Federación de Sindicatos Independientes, formada por la Unión de Trabajadores de Cuauhtémoc y Famosa y 8 grupos sindicales de influencia patronal.

En ese mismo año participo en la creación del Club Sembradores de Amistad, cuya primera obra fue la creación de la Delegación de la Cruz Roja Mexicana el 18 de febrero de 1937.

Como primeras acciones del club sembradores de amistad, fue el crear una comisión que analizara las diversas áreas de oportunidad en materia de educación superior. Esa comisión estaba integrada por Virgilio Garza Jr., Bernardo Elosúa, José G. Martínez y Antonio L. Rodríguez.

El Club se había creado en julio. Para agosto llegaron a la conclusión que los más óptimo era formar círculos de estudio debido al problema económico que representaba crear de golpe una universidad.

Determinaron que comenzarían por el lado cultural; ejemplificado en un documento que menciona que: “En cuanto al propósito cultural se cifra en crear oportunidades de preparación técnica y en hacer labor de educación o difusión cultural, ni los grados universitarios son indispensables, ni vale la pena gastar en el esfuerzo en preparar profesionales liberales de las ramas conocidas, y es preferible extender simples diplomas que acrediten los estudios o conocimientos, o títulos para profesiones nuevas en alguna de las muchas ramas que nunca han sido atendidas en México y que requieren atención urgente”.

El amigo de Antonio L. Rodríguez, Juan S. Farías, se encargó de buscar modelos educativos al solicitar información en la Universidad de Yale, Harvard y UCLA. Antonio buscaba a un experto que encabezara el proyecto entrevistándose para tal efecto con diversas personalidades de la época, dentro de los que se encontraban Pedro de Alba, José Vasconcelos, Antonio Caso y Manuel Gómez Morín.

Morín había accedió apoyar la iniciativa de la comisión. Rodríguez siguió promoviendo la idea, en especial con los miembros del Club Sembradores de Amistad. La IP financiaría el proyecto que era considerado como una inversión debido a que elevaría el bienestar social, aumentaría el nivel educativo de la población y crearía mano de obra calificada para la industria, además de la investigación que buscara nuevas formas de producción.

Morín asesoraba en el modelo educativo y proponía implementar métodos pedagógicos modernos, considerando que en lugar de crear directamente una universidad, se conformara una asociación civil sin fines de lucro. La organización se constituiría por socios propietarios quienes tendrían voz y voto en todos sus asuntos. Manuel envió la propuesta de acta constitutiva de la que sería nombrada: “Sociedad Científica de Estudios e Investigaciones (SCEI)”. También mencionaba que el sistema educativo se conformaría por un Instituto Politécnico Instituto Politécnico, Circulo de Estudios Sociales, Instituto de Higiene y Centro de Estudios Superiores. Se inauguraría el 12 de octubre de 1936, pero se mantenía el hermetismo de cómo lo consideraría el Gobierno Cardenista con el que tenían una disputa muy marcada por aquel asunto del control de los sindicatos. El nombre aún no se definía pero estaba entre Centro de Cultura, o Sociedad Científica de Estudios e Investigaciones; nunca se realizó.

Al ser detenido el proyecto educativo y al entrar el Gobierno de Ávila Camacho, en 1941 surgen tres proyectos. El primero era la reapertura de la Universidad de Nuevo León, -que había sido disuelta el 28 de septiembre del 34-, con el apoyo del gobierno estatal y la IP; la segunda era una universidad autónoma pero que tuviera presupuesto gubernamental y de la IP; y el tercero, una universidad autónoma tecnológica auspiciada por empresarios regiomontanos.

Quienes postulaban la idea de la universidad autónoma comprobaron que tendrían que realizar el proyecto por su cuenta y riesgo, puliendo los detalles para planteárselo a los líderes empresariales.

El 10 de diciembre de 1941 una comisión integrada por Virgilio Garza Jr. y Raúl Valdés Villarreal, se dirigió a la ciudad de México para entrevistarse con el Secretario de Educación Octavio Vejar Vázquez, en miras de que el nuevo sexenio podría tener otra mentalidad y ligereza al proyecto contrario al ex Presidente Cárdenas.

La propuesta dejada al Secretario de Educación había sido discutida días antes con Manuel Gómez Morín.

Antonio L. Rodríguez fue en búsqueda de Don Eugenio Garza Sada dos días después de que Virgilio Garza Jr. visitará al Secretario de Educación. Don Eugenio se interesó de inmediato pero le planteo varias críticas a Rodríguez, sobre todo organizacionales. Primero se sabía la intención, pero no se sabía cómo transformar la idea. Sugirió que en vez de 3 consejos, el Administrativo, el Financiero y la Rectoría, dependiera de un solo Consejo de Administración. Don Eugenio se entrevistó con su amigo y compadre Manuel Gómez Morín, quien sabía a fondo lo planteado en aquel documento entregado al Secretario de Educación.

Tras los detalles encontrados por Don Eugenio, Gómez Morín volvió al escritorio para reestructurar las ideas tanto de Antonio L. Rodríguez, Bernardo Elosúa, Virgilio Garza Jr., así como los hermanos Roberto y Eugenio Garza Sada quienes se habían unido al proyecto.

La idea de Eugenio Garza Sada de orientar la institución a la ciencia y la tecnología se impuso. Morín ideaba la creación de una preparatoria y un instituto tecnológico donde se impartirían estudios relacionados a las ciencias físicas, matemáticas y biológicas, incluyendo carreras cortas y completas, además de posgrados y cursos de extensión de trabajadores.

Se estableció por parte de Eugenio Garza Sada que la política del Instituto tendría alta calidad, organización eficiente, planes de estudio de vanguardia internacional, profesorado de tiempo completo bien remunerado, becas y principios morales rígidos.

Las ideas del empresariado aunadas a la asesoría de Gómez Morín, dieron forma al que llamaron Instituto Tecnológico de Monterrey. Virgilio Garza Jr. insistía en que la formación del estudiantado fuese integral y que incluyese asignaturas humanistas, además de que abriera la posibilidad de incluir carreras liberales. Fue así, que el Tecnológico de Monterrey cambiaría su nombre a Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM).

El consejo fundador fue integrado por los siguientes empresarios, inversionistas e ideólogos, los cuales pasarían a la historia como los reformadores de impartir educación tecnológica superior en los niveles más altos en referencia mundial. Entre ellos se encontraba aquel tipo que nunca había estudiado carrera alguna, y que en alguna ocasión Joel Rocha se expresó de él: “Piensa aprisa, habla aprisa, camina aprisa, ejecuta aprisa”. Algo loable en la vida de Roberto G. Sada, haber descubierto a aquel burócrata que desarrollaba los comienzos de la Secretaria de Turismo.

Primer Consejo del ITESM.

Eugenio Garza Sada.
Roberto Garza Sada.
Bernardo Elosúa.
Antonio L. Rodríguez.
Juan S. Farías.
Virgilio Garza Jr.
Roberto Guajardo Suárez.
Rómulo Garza.
Alejandro Guajardo.
Jesús J. Llaguno. 
Joel Rocha.
Andrés G. Sada. 
Hernán Sada Gómez.
Roberto G. Sada.
Ignacio A. Santos.
Diego G. Sada.
Jorge G. Rivero.
Agustín Basave. 
Miguel Vera.
José G. Martínez. 
Ricardo Quirós. 
Andrés Chapa. 
José Benítez.
Rodolfo Barragán.

Es en 1938 cuando toma la decisión junto a la directiva de la COPARMEX de desviar el curso del río Santa Catarina.

Debido a las inundaciones que en el siglo XX marcaron terroríficamente Monterrey, sobre todo la de 1909 que mató a más de 4 mil y que incluso, las feroces aguas de aquella tempestad desapareció por completo la cabecera de General Bravo, se creó un comité a raíz de la inundación de 1938. El primer estudio del comité fue publicado una década después en 1948.

La finalidad del comité era determinar la manera eficiente de encausar el río Santa Catarina que tras varias tempestades había modificado el centro de la ciudad.

El comité quedo integrado de la siguiente manera.

Antonio L. Rodríguez. Presidente.
José P. Saldaña. Primer Vice-Presidente.
Dr. Jesús Lozano. Segundo Vice-Presidente.
Francisco F. Maldonado. Tesorero.
Lic. Alfonso González Segovia. Secretario Ejecutivo.
Dr. Alfonso Garza. Vocal.
Dr. Luis Hinojosa. Vocal.
Ing. Santiago Cerna. Vocal.
Ing. Bernardo Avalos Vez. Vocal.
Ing. Esaú García. Vocal.
Lic. Lauro Cavazos Jr. Vocal.
Lic. Mauricio Valdés Villarreal. Vocal.

COMITÉ DE ESTUDIO

Ing. José Rodríguez Quirós (Presidente)
Ing. Urbanista Kurt Mumm.
Lic. Ricardo Margáin Zozaya.
Ing. Leobardo Elizondo.
Dr. Alfonso Garza.
Sr. Belisario Dávila.

Al comité se le llamo Instituto de Estudios Sociales de Monterrey A.C., el cual tenía sus oficinas en el Edificio La Nacional.

En marzo de 1948 Don Antonio L. Rodríguez publica el primer estudio del Instituto que hacía referencia al cauce del río para evitar futuras inundaciones.

No era la primera ocasión en que se hacía un estudio similar. Lo realizado por el comité se basó en los siguientes estudios no enlistando muchos otros.

- 1910. El Ing. Conway estudia la inundación de 1909.
- 1926. El comisionado de la Secretaria de Agricultura y Fomento Ing. De la Vega, practico el deslinde del cauce del río. 
- 1927. La IP crea el “Comité de Higienización y Canalización del Río de Santa Catarina”, la cual insiste en la necesidad de la canalización.
- 1933. Se crean nuevas avenidas por lo que despertó nuevamente el proyecto del Ing. de la ciudad, Ing. Armando Díaz.
- 1934. Los Ingenieros Carlos Gorgotta y José Gama del Banco Hipotecario Urbano y de Obras Públicas, S.A., junto con el Ing. Armando Díaz, formulan un nuevo proyecto.
- 1938. Se promueven nuevos estudios por parte de la “Sociedad de Ingenieros y Técnicos de Monterrey” y otras instituciones cívicas.
- 1938. En el mes de septiembre el Ing. Daniel F. Galicia, jefe de Ingenieros Forestales estudia la torrencialidad del río.
- 1940. En el mes de marzo el Ing. Luis R. Monfort le presenta a la “Sociedad de Ingenieros y Técnicos” algunas consideraciones sobre los estudios anteriores.
- 1940. En el mes de junio la “Sociedad de Ingenieros y Técnicos” le señala al Gobierno del Estado la urgencia de realizar obras de defensa presentándole consideraciones para una solución parcial e inmediata del problema.
- 1941. El Ing. Leobardo Elizondo presenta como tesis profesional un estudio referente a la canalización del río.

El Instituto de Estudios Sociales de Monterrey creado por Don Antonio L. Rodríguez llego a la conclusión que el canal podría tener una extensión aproximada de 8 a 10 kilómetros de largo, de 160 a 180 metros de ancho y una profundidad de 4.5 a 6 metros.

Para dichas cifras se basaron en los cálculos de la inundación de 1909, la cual se determinaron en 6,600 metros cúbicos por segundo.

El río nunca se volvió a desbordar.

En 1939 Antonio L. Rodríguez presento su renuncia a la Cámara de Comercio por motivos de salud. Los empresarios estaban más que agradecidos por los servicios prestados.

Para 1940 a Don Antonio L. Rodríguez se le ocurrió otra de sus grandes ideas. Reunió a un grupo de empresarios para crear Monterrey, Compañía de Seguros de Vida; iniciando operaciones el primero de junio de 1940. El Presidente del Consejo era Don Roberto G. Sada y el secretario el propio Antonio L. Rodríguez, quien también presidia la Comisión Ejecutiva. La primer póliza de la Compañía de Seguros fue expedida a 20 años por una suma de 20 mil pesos y una prima anual de 629 pesos con 60 centavos a Joel Rocha Jr., aquel joven que en el 36 miro en la azotea del edificio de Acción Cívica Nacionalista, como uno de los cetemistas caía abatido por el guardia del local.

Ese mismo año en 1940, se creó el Banco Capitalizador de Monterrey, donde Antonio tenía la función de Vocal.

El 2 de mayo de 1941 se creó Crédito Provincial Hipotecario. En esa institución Don Antonio fue Vocal pero al paso del tiempo ocuparía la presidencia del Consejo. Para 1968 Crédito Provincial cambiaría su nombre a Hipotecaria Monterrey.

En el año de 1942 se constituye Almacenadora del Nordeste, misma que Antonio compraría el 60% de sus acciones.

Don Antonio participo en la organización de Fianzas Monterrey, la cual inicio operaciones en octubre del 43 en el sexto piso del edificio Isaac Garza aun en pie sobre Padre Mier y Carranza; el cual resguarda en la actualidad Hipotecaria Bancomer.

¿Cómo es que llego Bancomer a ese edificio?

La respuesta es simple. Ya platicamos en anteriores crónicas como el Grupo VAMSA se adjudicó la licitación del Estado para adquirir Bancomer, la cual sabemos fue realizada de manera un tanto ilegal al no contar con los fondos suficientes para su compra adquiriendo crédito urgente de mil millones de dólares a JP Morgan.

Pues bueno, Don Antonio L. Rodríguez junto con otros hombres de negocios promovió la constitución de Valores Monterrey, S.A. (VAMSA), con la finalidad de controlar los diversos rubros financieros en los que estaban metidos simplificándolos en un Holding. Si bien no todos participaron, VAMSA refleja la visión de la creación del primer grupo financiero del país.

La creación de la Unión de Crédito Agrícola de Matamoros en 1944, vino a formar un boom en esa materia en todo México. A una década de su formación, ya existían más de 50 uniones de crédito.

Crédito Industrial Monterrey había abierto una sucursal en Torreón. Fue en ese lugar donde Don Antonio tuvo otra visión: “Lo que necesita esta ciudad es que formen una Unión. Los terrenos los pueden vender y aportando el dinero de esas ventas y las vacas que cada uno tiene, formen la Unión”.

Su visión había dado por consecuencia la creación en 1949 de la Unión de Productores de Leche de La Laguna, conocida posteriormente como LALA.

En 1953 el abastecimiento de agua en la ciudad mermo. Para esto Antonio ya tenía estudios al respecto y la Cámara de Comercio lo secundo. Aquellos estudios y propuestas culminaron en un decreto presidencial el 7 de mayo de 1954, el cual creaba un estudio integral para el abastecimiento donde se incorporaba la Cámara. Aquello desemboco que en 1956 se creara la empresa descentralizada Servicio de Agua y Drenaje de Monterrey.

Al paso del tiempo la Sociedad General de Crédito cambio el nombre por Banco Industrial de Monterrey en 1950, para después fusionarse con el Banco de Londres y México en 1962.

Nunca en la historia empresarial de Monterrey se dependió tanto de personajes clave que sin ser de la burguesía, sabían conciliar intereses entre todos los hombres de negocios. Manuel Gómez Morín era uno de ellos, Don Antonio L. Rodríguez era otro.

CEO Crónicas. Vida y obra de los grandes capitanes de la industria regiomontana. Antonio L. Rodríguez. Cuarta parte. Creatividad.

Bibliografía:
Mendirichaga R. (1998). Don Antonio. Protagonista y Visionario. Monterrey. N.L.: Ediciones INSA.

Instituto de Estudios Sociales de Monterrey. (1948). La Oportunidad de Monterrey. Monterrey. N.L.: Impresora del Norte S.A.

Salinas I. (2000). Mi padre. Monterey N.L.: Grafo Print Editores.

González M.&Anes M.&Mendoza I. (2007). Ciento cincuenta años, ciento cincuenta bancos. España: BBVA-Tf.

Recio G. (2016). Don Eugenio Garza Sada. Monterrey N.L.: Editorial Font.

 

 

“La obra de Don Antonio L. Rodríguez perduraría por muchas generaciones. Monterrey se convertiría en el centro financiero del país. Su personalidad lo llevo a tener el carisma necesario para que infinidad de gente le pidiera ayuda y consejo. Sus relaciones, llevaron a la ciudad a tener los primeros indicios de la arquitectura moderna. Dos instituciones educativas de gran renombre llevarían el sello de Don Antonio: el Tecnológico de Monterrey y la UDEM. Su legado nunca seria olvidado mientras la ciudad mantuviera su alma y espíritu: “Piensa aprisa, habla aprisa, camina aprisa, ejecuta aprisa”, como si fuera el mismo Antonio L. Rodríguez.