Capítulo 5. Boda de Rancho.

Ante el panorama político que representa el 2018, existe toda una gama de insumos para poder alcanzar el objetivo de sentarse en la silla de la mesa. Si, de la mesa más próxima que encuentren.

 

Hay quienes aún juegan en la posibilidad de ser invitados al evento y hay muchos otros que esperan encontrar lugar en cualquiera de las sillas, no importa si sea una improvisada en las afueras del salón a tanta concurrencia.

 

Es muy difícil ante el sistema político actual, que uno de los invitados puedan tener el lujo y privilegio de obtener una reservación en las mesas de enfrente, cerca del escenario político donde serán quienes lleven el ambiente de la fiesta en un caos, o control total del mismo ya que obtengan la silla.

 

Nunca falta claro está, invitado o no, que aquellos que obtuvieron su silla tomen de más, coman de más, e incluso se lleven de gorra el arreglo de mesa.

 

Como en cualquier boda de rancho ante el caos, serán muy pocos los que ante la violencia post evento, sean remitidos por las autoridades. En caso de llegar a ese extremo, siempre existe la posibilidad de que sea conocido o esté relacionado el juez de letras del ejido para que abogue por la libertad con la excusa de haber sido uno más de la fiesta, y que algún día se cobrara dicho favor con alguna vaca o un becerrito.

 

Los insumos son muy variados. Van desde el apadrinamiento, relaciones sociales, como iras vestido, si llegaras a caballo, en burro o en coche, que regalos le darás al matrimonio, etc.

 

Una boda de rancho es muy similar a las próximas del 2018. Veamos porque.

 

Entre los invitados se encuentra gente que conoce al matrimonio por las dos partes. Existen invitados incluso que se sienten con más derechos que aquellos que conocen a solo una de las partes y no a la pareja en conjunto.

 

Estoy hablando de los “Independientes”. Lo pongo entre comillas porque si bien van a la boda, no pertenecen en definitiva a ningún grupo, sino que ven todo el conjunto como un mar de posibilidades para gorrear.

 

Entre los asistentes también se encuentran los de irán de gorra. Aquellos que se toparon con algunos otros invitados por el camino, en la campiña o en alguno programa social o de la comunidad. Sin amistad sienten la necesidad de pertenecer a algo del cual si bien no están invitados, se sienten con sumo derecho al conocer las partes aunque sea de lejos, aunque sea a detalle por los chismes, aunque sea del ejido vecino.

 

Estoy hablando de los activistas.

 

Los activistas están en todo derecho de ir a la boda como cualquier ciudadano. Recordemos que estamos hablando de una boda de rancho donde todo mundo puede asistir, pero que en el proceso hay que medirse en la manera en la que se llega.

 

Los activistas por lo general al no tener posibilidad de poder integrarse, hacen migas con algunos invitados con tal de llegar a la boda a gorrear mínimo algo, y en caso de éxito, bailar con la tía más buena.

 

Ya sea por relación, por desconocimiento del personaje o por que no figura en la sociedad al no contar con capital, el activista siempre tendrá una necesidad de integración pero su vez, con un gran tatuaje de egoísmo que sin importar a su camarilla, puede navegar por propia cuenta bajo la bandera: “Tu eres mi amigo, pero no de aquel amigo que me está invitando a mí. Y si mi amigo es solo conocido del matrimonio, yo no podre invitarte a ti”.

 

Es de esta manera tan práctica en la que los grupos de activistas se desintegran.

 

Navegan entre un grupo a otro pasando de menos a más al codearse con algunos de los invitados.

 

Vemos a Tatiana Clouthier brincando del activismo de “Nosotros” de enero del 2017, a mayo del mismo a ser parte de la campaña de Delfina Gómez por el Estado de México.

 

Su paso por organizaciones como “Nosotros” es como cuando sabes de la boda, fecha, lugar e invitados pero no estas invitado. Te topas a alguien en la calles cualquiera que sea el grupo que representa, te pregunta si iras a la boda y contestas que no, pero vas al de un familiar muy lejano en un Estado vecino para hacer migas y poder asistir a la local. La idea es tener una excusa.

 

En ocasiones eres el típico que tiene muchos grupos sociales, pero que en definitiva no pertenece a ninguno. El clásico pueblerino que les da los buenos días a todos en el pueblo e incluso se pone a platicar contigo, pero que no pertenece a ningún grupo aunque claro, siempre habrá uno con el que la plática siempre será más amena.

 

Personajes de ese tipo son como Pepe Muzquiz o Mauricio Castillo. No importa si el hermano del novio “no se habla” con él, tu a como dé lugar iras a la boda.

 

Para esto, este tipo de personajes intentan integrarse a cualquier grupo con tal de integrarse a la fiesta; “fiesta cívica” le llaman otros.

 

Hay incluso en la boda asistentes que por cismes se distanciaron de la pareja próxima a casarse, pero que por la importancia del evento se integraran a cualquier grupo social que asista al evento. En este perfil entra Verónica Sada.

 

La boda de rancho esta por realizarse pero solo se cuenta con la bendición del padre, algunos amigos músicos que tocaran gratis, las mesas y uno que otro borrego, ya que el matrimonio viene de familia de pastores.

 

Para que el rancho llene tendrán que conseguirse vacas para un buen asado. Ese detalle de insumos hace que muchos otros que no tienen círculo social pero que llevan las riendas del Pueblo, entren con sumo derecho a la boda, influyendo incluso en el ritmo de la misma.

 

Los empresarios al donar sus “vacas” se sentirán con derecho a una mesa en el frente e incluso influir en el sentir del matrimonio y si es posible, hacerles el sancho a la pareja. Al fin y al cabo son los de los dineros.

 

Si bien los empresarios ponen las vacas, los más “jodidos” ponen algunos marranitos.

 

En cualquiera de los casos ellos ponen la materia prima pero no la sazón. Para esto requiere de personajes que se sepan mover en los adentros de la cocina para que le pongan la sal exacta al platillo. Es de vital esos personajes porque si algo sale mal de la vaca, podría infectar a todo los comensales.

 

Es en ese personaje donde entra un Gabriel Tláloc, que conociendo al matrimonio, y sin importar que es de ejido vecino, por conocer al empresario le hará el favor y se integrara en la boda con la finalidad de que el empresario que aporto la vaca no se sienta mal

 

Estamos hablando de Alfonso Romo y Dionisio Garza Medina, quienes regalarían “sus vacas” a cambio de mayor cantidad de horas de agua. (Fracking)

 

 

No falta los que entran definitivamente de gorra como Eduardo Arguijo, quienes se sentirán con derecho incluso de querer llevarse la liga, mientras su hija el ramo.