Capítulo 6. Antonio L. Rodríguez. Ultima parte. Legado.


A mediados de 1939 Manuel Santos, Virgilio Garza Jr. y Bernardo Elosúa, invitaron a Antonio L. Rodríguez a una reunión con Rafael Plancarte Igartúa en la casa cural de la iglesia de La Purísima.

El barrio de La Purísima siempre había sido el refugio del hogar de Antonio, ahí vivió su niñez y ahora con Beatriz, formaron su hogar en las cercanías en el Mirador.

Manuel Santos le menciono a Antonio que el Arquitecto Green de San Antonio les iba a mostrar una maqueta del proyecto de remodelación de la iglesia de La Purísima.

Virgilio Garza Jr. añadió: “Y si no, demolerla y hacer una nueva”.

No conformes con la maqueta, aquellos hombres acordaron convocar a los más prestigiados arquitectos de la ciudad. Aquella lista incluía a Manuel Muriel, Armando Díaz, Armando Ravizé, Eduardo Belden y José A. Mora.

Manuel, Virgilio y Bernardo no eran tontos, sabían que Antonio se apropiaría del proyecto encausándolo a bien. Solo alguien como él podría conciliar a todas las partes involucradas incluyendo la recaudación de fondos para dicha obra.

Antonio L. Rodríguez le comento el proyecto a Manuel Gómez Morín, quien le presento a su amigo Enrique De la Mora.

Reuniéndose en la ciudad de México Antonio le planteo el proyecto a De la Mora. Enrique le contesto gustoso: “Deseo especialmente probar mi propia capacidad en la obra cumbre de un arquitecto, la construcción de un templo”.

Para 1940 en Ing. Armando Ravizé manifestó que sería inconveniente hacer un templo con arquitectura antigua siendo Monterrey una ciudad moderna: “Aquí los materiales cemento, fierro y vidrio, son los principales exponentes industriales”.

Para esto Enrique de la Mora ya había presentado su proyecto, pero tras la sugerencia de Ravizé lo secundo: “Yo lo apoyo, me parece una petición acertada. Si me permiten retirar mi proyecto, les traeré otro de arquitectura moderna”.

Si bien para Antonio fue fácil reunir los fondos y organizar todas las partes, lo difícil fue convencer del diseño a la gran mayoría, incluso de la población en general. Una iglesia con ese estilo rompía con las tradiciones tan marcadas por la iglesia: “Parece una bodega” decían unos. “Se asemeja a un hangar”, decían otros.

Después de convencer y ser dado el visto bueno por el obispo de San Luis Potosí, que recién lo habían designado ser arzobispo de Monterrey, se comenzó a construir la obra a mediados del 42.

Para febrero de 1946 se consagro la iglesia de La Purísima. Ese mismo año la iglesia fue galardonada con el Premio Nacional de Arquitectura. El ingeniero de la obra fue Armando Ravizé.

Si bien Ravizé cumplió al pie de la letra lo diseñado por De la Mora, no confió en la fuerza de los arcos colocando un travesaño a lo largo de cada uno de ellos como soporte, lo cual enfureció a De la Mora al quitarle estética al interior.

Sea cual fuese el resultado visual, la iglesia fue punta de lanza en el diseño moderno de iglesias en toda América.

Siguieron otros proyectos para De la Mora que en conjunto con Eduardo Torroja, y liderado por el afamado estructurista Félix Candela, crearon el templo San José Obrero; iglesia de la colonia Cuauhtémoc.

La colonia seria formada en 1957, dos años después el templo se erigía sobre la calle Titán cruz con Famosa.

Haber traído a Monterrey a De la Mora con el proyecto de la Purísima, lo lanzaría a la fama junto al proyecto de la Rectoría del ITESM. Le siguieron otros como el edificio para Seguros Monterrey en la ciudad de México en 1961, entre otras obras significativas.

Enrique de la Mora había hecho una fuerte amistad con Antonio. Fue en casa de su hijo Antonio, donde el arquitecto haría otra de las pocas obras de su autoría en la ciudad. El primogénito nacido en Londres le había encargado a De la Mora el diseño de su hogar, esperando de antemano una respuesta negativa. Infinidad de magnas obras había diseñado De la Mora que por el cariño y respeto que le tenía a Don Antonio L. Rodríguez, accedió a aportar el diseño de la casa de su hijo.

Fue en ese domicilio donde De la Mora fue conocido por Gilberto, nieto de Don Antonio L. Rodríguez. El pequeño desde entonces quedo flechado con la arquitectura tomando como referencia siempre en sus diseños el modernismo. Aquel joven arquitecto termino desarrollando una firma la cual haría entre sus obras varias casas del sorteo Tec, mismas que siempre han marcado tendencia en el diseño de las casas próximas a construirse entre la clase media-alta.

La influencia y mano de Don Antonio L. Rodríguez ya había modificado un río, creado el inicio de los holdings financieros, participe y líder de la época más oscura e importante de la COPARMEX y la Cámara de Comercio de Monterrey, apostarle a la arquitectura moderna contra todo conservadurismo muy característico en la época en Monterrey, y haría infinidad de cosas que en su momento no estaba consciente de la importancia que sería en el futuro.

Para el 25 de junio de 1947, Antonio contaba en sus apuntes la intención de crear el Instituto de Estudios Sociales y Urbanísticos de Monterrey, el cual desarrollo los planes para canalizar el río Santa Catarina.

La intención del Instituto era reunir a los hombres de negocios, profesionistas, intelectuales y contadores, con el fin de estudiar los problemas citadinos y sus soluciones, siendo planteados a las autoridades correspondientes sin ningún fin más que servir a la sociedad.

Ya desde aquellos años el desarrollo urbano de la metrópoli estaba encausado, no siendo un tema novedoso de nuestros días.

Si bien el Congreso del Estado desde 1927 creo la Ley de Planificación y Construcciones nuevas de la ciudad de Monterrey”, nunca se le dio seguimiento hasta la llegada del Instituto creado por Don Antonio L. Rodríguez, el cual público en 1950 los “Apuntes para el plano regulador de la ciudad de Monterrey”. Aquello estaba estudiado por el Urbanista Kurt Mumm, el mismo que había participado en los estudios de la canalización del río. Pasaron décadas para que los siguientes estudios y Leyes se decretaran en base a lo realizado por el Instituto.

En 1943 se construiría en los terrenos que dieron cabida a la Granja Sanitaria, la empresa Hojalata y Lámina. Aquellos terrenos eran propiedad de José Calderón Muguerza.

Al norte de HYLSA se encontraban unos terrenos que pertenecían al general Juan Isidro Andrew Almazán. Armando Revizé y Armando Díaz se asociaron con Antonio L. Rodríguez y Almazán, este último quien aportaría el 50% del capital para crear Impulsora S.A.. En los terrenos desarrollarían un fraccionamiento en las afueras de la ciudad para quienes gustaban estar alejados del bullicio de la misma y que sirviera de alojamiento para los viajeros a Laredo. Aquel fraccionamiento se edificaría en las cercanías de un ojo de agua por lo que fue llamado Anáhuac: “Lugar en la orilla del agua” en náhuatl.

En la calle Hidalgo se encontraba el Colegio Progreso donde estudiaba la hija menor de Don Antonio, Josefina.

El Colegio había sido fundado en 1929 por unas religiosas que se hacían llamar Congregación Mexicana de Hijas de María Inmaculada de Guadalupe.

Las religiosas en 1945 agruparon a los padres de familia para ver la posibilidad de que se integraran en las labores del colegio y las necesidades del mismo.

En la segunda reunión hacía mucho calor, por lo que las religiosas ofrecieron agua de limón a los padres de familia para que se refrescaran. La madre María de los Dolores Loyola con la clara intención de servirse del liderazgo que representaba Don Antonio, se le acerco mencionándole con tenue sonrisa: “Y este, es para el Presidente”.

El Colegio creció no dándose abasto con las instalaciones. Don Antonio como Presidente de la Sociedad de Padres de Familia del Colegio, le menciono a la madre Loyola la necesidad de instalaciones propias que dieran el abasto suficiente de sus alumnas.

Manuel, Ignacio y Alberto Santos contaban con terrenos en San Pedro que estaban urbanizando, llegando al lugar las familias más acaudaladas de la ciudad. Aquella colonia tomo el nombre de la Del Valle por las acequias que la rodeaban.

Para esto Antonio hablo con los Santos mencionándole la situación del Colegio que se hacía llamar Academia Labastida, nombre que adquirió al ser incorporado el Colegio Progreso a la Secretaria de Educación en 1931.

Los Santos les donaron un terreno al fondo de la colonia. No conforme del todo, la madre Loyola le pregunto a Don Antonio sorprendida: “¿No es muy lejos?”. Don Antonio siempre adelantado a su tiempo le respondió: “Pronto no lo será”.

Don Antonio L. Rodríguez convoco a una junta de empresarios en donde asistió la madre Loyola. La finalidad era el de mostrarle el proyecto cuando uno de los asistentes interrumpió: “Madre, ¿con que cuenta para la edificación?”

La madre Loyola le contesto: “Con lo que ustedes me den. El colegio va a ser para sus hijas y se va a quedar en Monterrey”.

Para 1949 las alumnas estrenaban las nuevas instalaciones las cuales habían sido diseñadas por el buen amigo Enrique De la Mora y Palomar. Para 1951 se construyó la Universidad Labastida la cual fue incorporada a la UNAM. Un par de años después los diversos rubros académicos del Labastida, contaba con alrededor de mil alumnas de Monterrey y del resto de la república.

En 1946 el Partido Acción Nacional que presidia Manuel Gómez Morín, lo invito para contender por el Distrito I de Nuevo León para Diputado Federal. Con 16 mil votos contra los 14 mil de su contrincante González Leal, Antonio fue electo.

Su labor legislativa fue trascendental como todo lo que había logrado en su vida. Solo se había estancado en su juventud en la ciudad de México al recriminarse estudiar Minería. Ahora sin haber estudiado lo que en aquel tiempo deseaba, Leyes, ahora las creaba o reformaba. Pero para el primer grupo legislativo de oposición las trabas de su contraparte legislativa frustraron lo presentado que si bien no tomaron en cuenta en su momento, para el futuro se robaron las ideas.

Su padre estaría más que orgulloso de cuán lejos llego aquel joven que no tenía rumbo, e incluso era la decepción de Don Antonio L. Rodríguez García de cuando su primera etapa en la ciudad de México.

En 1949 fue invitado a participar a las elecciones para Gobernador de Nuevo León.

Sin lugar a dudas era el mejor candidato para la época. El PRI tenía la intención de lanzar a Eduardo Livas Villarreal quien era mal visto por el empresariado por tener cercanía con un grupo político generado en China y Bravo. El Presidente Miguel Alemán previniendo el conflicto, propuso a Ignacio Morones Prieto por lo que los empresarios quedaron satisfechos.

Morones Prieto fue apoyado por el Grupo Monterrey, por lo que le mencionaron a Antonio que ya no era necesario que se lanzara a la candidatura.

“De hecho ya me he lanzado”. Les menciono. “Tengo un compromiso moral con mi partido y con el pueblo de Nuevo León”.

El Grupo Monterrey le manifestó que no lo podían apoyar económicamente ya que ya habían acordado con el Presidente el asunto de Morones Prieto. Eran los primeros indicios en que el Grupo Monterrey y Presidencia se ponían de acuerdo en definir quien tomaría las riendas del Estado.

“No se apuren, yo sigo solo”.

Antonio L. Rodríguez no se sentía decepcionado de sus amigos. Entendía muy bien las políticas empresariales, muchas de ellas creadas por el mismo.

Su programa político incluía los siguientes temas:

Reorganización fiscal.
Finanzas.
Municipios.
Agua.
Educación.
Caminos.
Salubridad y Asistencia.
Justicia.
Seguridad.
Agricultura y Ganadería.
Electrificación.
Planificación y Urbanismo.
Economía.
Conservación de Recursos.
Trabajo.
Recreación y Parques Estatales.
Monterrey.

Lista su plataforma, comenzó a hacer llamadas. Pronto el capital fluiría hasta reunir un millón de pesos.

Los empresarios que no tenían ningún interés con el convenio de Morones Prieto le facilitaron sus aviones. Fue de esta manera que Antonio L. Rodríguez fue el primer candidato en recorrer todos los municipios del Estado en 4 meses.

El 17 de julio de 1949 Antonio L. Rodríguez había sufrido su primera derrota en la vida. No por él, había ganado; pero el fraude del PRI era una costumbre y más le dolía porque había sido apoyado por el Grupo Monterrey.

El 23 de julio de 1959 sesiono el Club Sembradores de Amistad. La reunión se debía para honrar a José Vasconcelos quien había fallecido el pasado 30 de junio.

Se habían conocido a mediados de los 20´s cuando Antonio regresaba de Nueva York a la ciudad de México para integrarse al Ministerio de Relaciones Exteriores.

Diez años después se volvieron a encontrar en 1936. Eran tiempos en que Antonio planeaba la creación de una nueva universidad.

“Hablábamos en Monterrey de crear una universidad frente a la desviación que se le había dado a la de Nuevo León con motivo del sectarismo de la llamada educación socialista. Se empezaba a gestar así lo que es ahora el Tecnológico”.

La amistad de Antonio para con Vasconcelos era tan entrañable que hasta el mismo Don Antonio le sugirió que escribir, como por ejemplo la sugerencia de hacer la biografía de los Madero.

El 8 de diciembre de 1947, Vasconcelos le escribió a Don Antonio proponiéndole algo inusual.

“Me he dado a la tarea de preparar el terreno para el plan que tengo de lanzarlo a usted candidato presidencial independiente dentro de cinco años, si es que vivo para entonces. De todas maneras me propongo ir preparando el terreno a menos que usted me lo prohibiera. Desde ahora creo de lealtad decirle que nunca me sumaría a una postulación de Acción Nacional, que creo que Acción Nacional con todos sus méritos, políticamente vale menos que un buen candidato; en otras palabras, creo que Acción Nacional seria para usted un lastre peligroso”.

José Vasconcelos con su amigo se tomaba la libertad de hablar con demasiada sinceridad. La figura Independiente ya se veía desde entonces, 65 años antes de que la política moderna los arropara con obvios intereses.

El Instituto Regiomontano de los Lasallistas, el Centro Universitario Monterrey de los Maristas, el Instituto Mater de las religiosas del Sagrado Corazón de Jesús, así como el Labastida de las Guadalupanas, juntaron a dos representantes de cada institución educativa para entrevistarse con Don Antonio L. Rodríguez. La idea era crear entre todos una Universidad privada de origen religioso pero que al unirse las diversas corrientes, ayudaría tener más recursos y por ende un nivel académico muy superior del estándar.

Aquello sucedía a principios de 1968. Para mediados se creó Fomento de Educación Superior para ser presentado el proyecto en diciembre al Gobernador del Estado.

Para esto el clima educativo pasaba por un mal momento por la crisis estudiantil. El Licenciado Elizondo vio con buenos ojos el proyecto para que la clase media mermara el crecimiento del padrón en la UANL.

Antonio L. Rodríguez por el ambiente estudiantil de la época que el sello religioso ponía en jaque el proyecto, invito a empresarios para que se sumaran y así blindar a la institución.

El 8 de julio de 1969 Don Antonio recibió del entonces Gobernador del Estado la autorización de construir la que sería conocida como Universidad de Monterrey. Desde su organización fue Presidente del Comité Organizador, posteriormente de la Junta de Gobierno hasta su retiro en 1975.

En noviembre de 1953 un artículo del Denver Post apareció en la revista mensual Selecciones del Reader´s Digest. Michael Scully mencionaba en el artículo todo lo que había cambiado México de los 30´s a la fecha. En aquellos años Scully se encontraba junto a Antonio L. Rodríguez admirando el Santa Catarina.

Antonio le planteo sus planes.

“Nos proponemos canalizarlo”. Michael Scully enmudeció y le puso atención a las palabras de Antonio. “Con ello se recuperaran noventa hectáreas de tierras donde construiremos un parque y un centro cívico. Con un boulevard a cada lado se reducirán a la mitad las actuales dificultades de tránsito, y los puentes contribuirán al desarrollo de la zona”.

Por lo realizado en el sistema bancario a lo largo de esas décadas, el cambio radical de los intereses políticos que erradicaron el comunismo y desapareciendo los temores del imperialismo, precisamente por tener el país las herramientas financieras adecuadas y en su mayoría impulsadas por Antonio, Michael Scully calificaba a Antonio L. Rodríguez como el arquetipo de la pujante clase media mexicana.

Desde su creación en 1956, Don Antonio fue Presidente de Instituciones Educativas Labastida.

A las 2 de la madrugada del 17 de julio de 1975, Don Antonio L. Rodríguez falleció por insuficiencia renal. Nunca quiso un trasplante de ninguno de sus hijos o nietos.

La obra de Don Antonio L. Rodríguez perduraría por muchas generaciones. Monterrey se convertiría en el centro financiero del país. Su personalidad lo llevo a tener el carisma necesario para que infinidad de gente le pidiera ayuda y consejo. Sus relaciones, llevaron a la ciudad a tener los primeros indicios de la arquitectura moderna. Dos instituciones educativas de gran renombre llevarían el sello de Don Antonio: el Tecnológico de Monterrey y la UDEM. Su legado nunca sería olvidado mientras la ciudad mantuviera el alma y espíritu de Don Antonio: “Piensa aprisa, habla aprisa, camina aprisa, ejecuta aprisa”, como si fuera él mismo.

Con el tiempo se honraría la memoria de Don Antonio al ser rebautizado el boulevard Constitución con su nombre, por estar al lado de una de sus tantas obras que hizo por Monterrey. En aquel evento presidido por el alcalde de Monterrey Jesús Hinojosa Tijerina, se pretendía que toda la avenida y no solo el boulevard contará con tal reconocimiento.

A sabiendas de que sus días estaban contados por su terrible enfermedad, no conforme a lo ya realizado en sus últimos días declaro: “(No puedo morir) me falta hacer muchas cosas por México”.
Poco menos de dos años atrás había partido Don Eugenio Garza Sada. Uno a uno comenzaban a caer los grandes. Monterrey nunca los olvidaría.

El arquetipo de la clase media de México, el amigo de todos, el que sabía escuchar, el que pensaba aprisa, el que ejecutaba aprisa, el político, el urbanista, el culto, el asesor, el mentor. Todo eso abarco un solo hombre.

En un clima en el que incluso los hermanos Eugenio y Roberto Garza Sada pensaron tomar palos y piedras para contrarrestar el ataque de los cetemistas en 1936, llego Antonio para conciliar a todas las partes y tomar en nuevo rumbo conciliatorio que tendría la COPARMEX nacional, transformando el clima político de México.

Las herramientas financieras que creo llevo a consecuencia la paz social que tantas décadas espero el país tras la Revolución.

Si bien muchos se han llevado el reconocimiento, incluso su mismo amigo Manuel Gómez Morín quien posa en la Rotonda de las Personas Ilustres; con enormes Centros de Estudio, con importantes avenidas, con becas que recuerdan constantemente sus nombres, en un rincón de Monterrey siempre modesto y sencillo como lo fue en vida, se encuentra la memoria del hombre que incluso modifico el cauce del Santa Catarina.

Su memoria permanecerá por muchas generaciones, siempre y cuando la ciudad no pierda piso con tanto protagonismo desmesurado. Fue el hombre que en compañía de Manuel Gómez Morín, guiaron a los grandes industriales de Monterrey.

In Memoriam. Antonio Leónidas Rodríguez Quirós.

20 de abril de 1899 - 17 de julio 1975.

CEO Crónicas. Vida y obra de los grandes capitanes de la industria regiomontana. Antonio L. Rodríguez. Ultima parte. Legado.

 

Bibliografía: Mendirichaga R. (1998). Don Antonio, Protagonista y Visionario. Monterrey: INSA.